Desaparece su presencia,
como un escorpión vigilante
que el sol sobre la roca paraliza
hasta que la tarde oscurece.
Su vientre sacude gorriones de luz.
La nostalgia casi vacía de besos,
no encuentra el grito que fue espasmo.
Cuánto heno podrido.
Es el pasado que no se recupera
en este prado sin amapolas.
Sea pues mortecino y triste el recuerdo
que rozó lo sublime.
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