domingo, 7 de noviembre de 2010

EFIGENIA




El aljibe parpadea sobre la crisálida del amor.
Hojarasca, paisaje cotidiano.
Deseos de juventud. Viento.
Arcilla sin asomo de niebla.
Tálamo nada sospechoso de anidar serpientes.

Oí cantar un jilguero y no había bosque.
El sueño se esfumó.
Solo llamé a gritos:
¡Efigenia, dónde estás!
Luego, tomé forma de un niño.
Y lloré.

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